CHABUCA GRANDA
Chabuca Granda - En vivo en Salta
El primer período de su producción creativa es netamente evocativo y pintoresco; Chabuca le canta a la Lima antigua, señorial, de comienzos de 1900. Es la ciudad que ella conoció a través de su padre, la del barrio del Barranco, de grandes casonas afrancesadas, con inmensos portales y jardines de invierno.
A esta etapa pertenecen “Lima de veras”, “La flor de la canela”, “Fina estampa”, “Gracia”, “José Antonio”, “Puente de los suspiros”, “Zeñó Manué” y muchas otras.
Ella rompe la estructura rítmica convencional del vals peruano, y sus melodías, de tesitura muy amplia, alternaron el nuevo lenguaje que propuso con el de los antiguos valses de salón. Su producción también revela una estrecha relación entre letra y melodía, que fue variando con el tiempo hacia una tendencia poética cada vez más sintética.
Más adelante, Chabuca quebrantó incluso las estructuras de la poesía convencional, y el ritmo de las canciones seguirá los pasos de esa evasión de las rimas, consonancias y métricas dadas. A este última etapa pertenece un ciclo de canciones dedicadas a la chilena Violeta Parra y a Javier Heraud, poeta peruano.
En sus últimos años, interpretó un repertorio ligado al renacimiento de la música afroperuana que, a pesar de haber estado presente en el país, había sido denostada por razones sociales. Manejó con maestría “negra” el abanico de ritmos que enriquecieron la música popular peruana y su poesía tomó el sesgo de la acuarela, el trazo sintético y sugerente de colores y sensaciones.
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